Cuando la lluvia va para arriba y el humo va para abajo

Cuando la lluvia va para arriba y el humo va para abajo, me dices que me quieres frotándome con un estropajo. Y rasca. Ya podrías hacerlo por la parte suave...
Hasta que... ¡pum! Cundes más de lo que cuestas.
¡Ilumíname, oh, gran diosa de la inspiración! Ya siento tu mantooooooo... el peor de mis vicios, la más oscura de mis drogas.
Y de repente, despierto.

¿Oh, dios mio dónde estoy? ¿Qué es esa luz brillante? ¿Eres tú, hombre de las bombillas incandescentes que me permite ahorrarme un 34% en mi factura de la electricidad? Ah, no, es el cartero; ¿y qué me traes, una invitación para una boda? Pos no. ¡¡¡Una admiradora!!! A ver qué dice... cuáles son esas drogas... las que sea que tomas para escribir lo que escribes.

¿Drogas, yo?

¿Acaso fueron drogas las que me conducieron a este parque? No lo sé; quizá obra de alucinógenos o tan sólo acción de mis pequeños sueños dopantes. Me levanto cada día muerto de sueño, y me arrastro por la cama; debe ser del mono de toda una larga noche de ingestión nociva descontrolada. Porque cuando puse un pie en el suelo pensé; mira señor, hoy va a ser tu día; hoy cuando salgas a la calle el mundo te recibirá con alegría... Y si no es así, no te preocupes; no pasa nada; las drogas de tu lírica te harán olvidar toda mala experiencia pasada... Lo peor de esto ha sido contemplar con amargura, que sólo tengo mi inspiración cuando conmigo sales de tu cueva oscura; cuando me miras de reojo; cuando me agredes sin mesura. Porque sé que por las noches mis letras, más que entretenerte son tu divertimento; y más que lectura, ¡son la muestra latente de mi altanería! Por eso me preguntas que por qué escribo lo que escribo, de dónde saco la majadería; No son drogas lo que me envuelve... sino mi musa, la que me guía.


Cartero, cierre la puerta al salir; que quiero dormir un ratico más...