Cuando Júpiter se alinéa con Venus


Bueno comenzaré este mi nuevo post comunicándoos a todos vosotros, mis queridos lectores (y anal-fabetos), que sois unos comemierdas. No os lo toméis a mal, tan sólo es que hace lo que me parecen lustros que no vengo a ilustraros ni a dedicaros mi iluminación trascendental-mental en forma de agresividad ilusoria para que os la inyectéis en vuestros apagados y mayoritariamente oxidados cerebros. Y sé que muchos de vosotros me echáis de menos...o no; pero este hecho hace que transpiren abundantemente mis genitales, así que haré lo que a mi buena, oportuna y agradecida voluntad le venga en gana.

Hace no mucho estuve hablando con unos pseudoamigos/amigos/cabrones arrogantes que no me leen y que deberían empezar a hacerlo si quieren asegurarse una vida en el más allá, sobre las actividades lúdicas y no tan lúdicas que realizo este cuatrimestre. Para los que no lo sepáis o no os importe mi vida (y en el caso de estos últimos lo que yo haría sería dejar de leer este magnífico blog e invertir el tiempo en algo más últil, como... no sé... chupar el ambientador del interior del retrete), desde hace un tiempo me ha dado por apuntarme a un montón de actividades semi-improvisadas que amenizan mi vida y me inyectan dosis de alegría al corazón. El año pasado estuve yendo a clases de relajación donde, para seros sincero, a relajarme aprendí poco, pero me echaba unas siestas con unas visualizaciones de montañas y riachuelos que cuando despertaba creía ser el abuelo de heidi después de un satisfactorio acto sexual con una cabra (y no os voy a decir por qué copito de nieve se llamaba así)(adivinadlo)(sí, lo habéis adivinado). Eso el año pasado porque este me he apuntado a clases de alemán (en las que estoy aprendiendo un montón de palabras que me ayudarán para insultaros sin que vosotros, en vuestra más ridícula ignorancia os déis ni cuenta), y a clases de salsa cubana y sabrosona con mi actual pareja sentimental, donde nos echamos unos bailes que quitan el "sentío" y, si te descuidas, hasta la cartera.
El caso es que iba yo discutiendo distendidamente con ellos sobre la remota posibilidad de que para este año que viene, si me diera un venazo de estos que me dan cuando Júpiter se alinéa con Venus y desprenden cráteres que amenazan la existencia de nuestro planeta, podría probar a apuntarme a clases en las que me adiestren sobre el arte de tocar algún instrumento musical de viento-metal-madera-plástico-caucho. Cuando hice esto, ellos negaron rápidamente con la cabeza, se opusieron hasta la saciedad a la posibilidad de que esto pudiera ser un acierto, y me dieron un millón de razones basadas en mi inutilidad como persona por las cuales mi afrenta personal sería un auténtico fracaso.
Yo ni siquiera pensaba en serio apuntarme a tocar ningún instrumento; y no es porque no me llamen la atención algunos de ellos, pero era algo que había dicho en aquel instante y que, a decir verdad, no me parecía tan descabellado, sino que yo le creía ver lucir una exhuberante mata de pelo encrespado. La cuestión es que me sorprendió su negatividad ante tal posibilidad, ya no sólo porque fuera yo el que lo expusiera, ya que su declinación por desecharlo es algo que entiendo desde la más pura y maligna envidia dado mi tremendo éxito en la vida (en esta, en la otra y en la vida de más allá), sino que me parece que con la edad que tenemos (yo soy jóven, tengo 21 años; ellos podrían tener 5 ó/u 80) no creo que tengamos que negarnos a nada; y más en lo relacionado con el ocio y aficiones u hobbies que podamos tener. Me dijeron que dentro de años yo habría probado muchas cosas pero no haría bien ninguna de ellas, y que sin embargo ellos harían lo suyo de puta madre.

Pues he aquí mi reflexionada, dilucidada y afortunada respuesta que ellos no quisieron escuchar: que os peten analmente, porque haré lo que me salga de la punta del cimbrel. Ellos serán unos expertos peladores de patatas, mientras que yo seré un mal cocinero, pero sabré hacer platos que si bien no sean obras de arte, cuanto menos merecerá la pena probar. Y yo no digo que pelar patatas sea malo, que lo respeto, si yo con la palabra pelar no tengo malos rollos y con las patatas tampoco (Kartoffel en alemán...), pero no sé, quizá este sea el momento para conquistar el mundo y no sólo cegarse con algo que aunque bien pueda tener futuro, tan sólo tendrá una posible dirección.
Por eso, y por muchas otras cosas que existen pero no se me vienen a mi cansada y perturbada mente hoy, amigos cojoneros, no me queda más remedio que desechar vuestra opinión cual pañuelo de papel lleno de mocos verdes con lunares morados y asquerosos a más no poder, y dedicarme a aprovechar mi vida al máximo de eficiencia aerodinámica.

Habiéndoos narrado una noche más mis vivencias, queridos lectores (y alguno que andará con la cabeza introducida en el inodoro), no me queda más que agradeceros el bonito y desinteresado gesto de haberos leído este mi magnífico post hasta el final. Si queréis tener más gestos desinteresados no dudéis en poneros en contacto conmigo y yo muy gustósamente os daré el número de mi cuenta bancaria de las aportaciones a la causa (luego todo eso lo dono a alguna tienda, ¿eh? no creáis que me lo quedo para mí... que está el mundo lleno de unos hijos de puta...).

En fin, almas descarriadas; sed felices, comed perdices y aprovechad la vida y la primera rebanada del pan de molde.

Auf Wiedersehen.