Sabía que te gustaría



Home Again by Michael Kiwanuka on Grooveshark

El otro día estuve viendo un espectáculo de humor. Estaba protagonizado únicamente por el cómico Dani Rovira, y mezclaba el tono humorístico con un transfondo romántico. Entre las muchas cosas que dijo, algunas de las cuales merecería la pena pensar más de una vez, hubo una que me llamó mucho la atención. Dijo que cuando empezamos a crecer, más que en el sentido de dejamos arrastrar, nos lleva la corriente. Nos dejamos llevar por la vida, sin tener una certeza de ser nosotros mismos quienes llevamos las riendas. 

Dijo que crecemos con la sensación de estar perdidos. 

Afirmó además no ser únicamente producto de la edad. Quince, veinte, veinticinco, treinta años... todo pasa, el mundo cambia y dejas atrás el día en que pensaste ya deberías haberte asentado. Pero sin embargo esa sensación nunca desaparece. 

Yo creo que, aunque no nos demos cuenta, la única razón que nos empuja a caminar es sentirmos perdidos. Y el único fin de caminar, es volvernos a perder de nuevo. Será por eso que en este blog, sé dónde empiezo, pero nunca dónde termino.

Desperté en mi cama. Solo.
Me incorporé lentamente, desperezándome. Los chocopolvorones de ayer se habían multiplicado al otro lado de la ventana de mi cuarto. "Algún día los chocopolvorones dominarán la tierra", pensé. En la cocina aún quedaba bizcocho. Desayuné, me vestí y salí de casa. Fuí hasta la parada del autobús, y me senté. A mi lado, una chica con el pelo a lo afro. "¿Quieres un chicle?", me dijo, ofreciéndome un paquete de chicles de salmón. "Claro" dije, a lo que ella respondió "pero ten cuidado, están duros como piedras".
El autobús llegó poco después. Subí, tiqué, y saludé a Pericles, el mono que conducía el bus.

Una vez me hube sentado, caí en la cuenta de que no sabía adónde me dirigía.
"Quizá al fin del mundo...", pensé.