Ayer me cobraste un euro

Pinche pendeja, ayer te cargaste una vieja; no, con eso no, con un billete de cinco. Uno de esos verdes y azules que se esfuman de tu cartera en cuanto menos te lo esperas.

¡Ay!

¡¿Dónde está?!

¿Lo ves? Se fue; se ha marchado; se unió con el recuerdo de lo que ayer tuve y perdí; descansará para siempre en tu valle donde el tiempo se detiene.
Allí naciste tú; allí volverás a nacer; cuando yo haya muerto en tus brazos.
Pensaste que no me acordaría, ¿eh? ¡Pensaste que me había olvidado de tu cumpleaños!
¡Pues no!
No me olvidé; te estuve esperando aquí, en nuestro parque, ¿lo recuerdas?
En el parque donde solíamos soñar juntos mirando a la luna, a nuestra luna.
Tú no hacías más que saltar de un lado para otro y girar sobre tí misma, mientras su luz se reflejaba en tus ojos. Entonces parecías venida de otro mundo.

¡Las doce! ¡Me he dormido!
¿Tienes pan?
Un momento, me has devuelto mal el cambio, te he pagado con uno de cinco.
Pero oye, si ayer me cobraste un euro...