Me consumo

Lentamente, mi paciencia se evapora en la atmósfera que tú perfumaste para mi agrado, y que se me antoja cargada y acalorada. Tus palabras se me hacen eternas; sobretodo aquellas que me dedicas sacadas de contexto a causa de conversaciones que no hemos tenido; críticas de gestos poco acertados que nunca acordamos como tal, y alusiones a una complicidad que nunca llamó a la puerta de la casa que no me compré contigo. Hoy tú y yo somos lo mismo que fuimos ayer, pero tú nunca supiste qué éramos; y mira que te lo dije. Mira que me pasé años de mi vejez asegurándome de que escuchabas lo que trataba de decirte, que comprendías aquello que yo escenificaba, mientras tú me asegurabas me hablabas el mismo idioma de mi pueblecito natal... cuatro palabras que aprendiste sin saber su significado, y algunas otras, cuya traducción prefiero no recordar. El mundo no funciona mintiendo cuando uno se sincera; el mundo funciona diciendo la verdad desde dentro, y mintiendo desde fuera, cuando erróneamente se cree necesario mentir. Ahora tu falta a la verdad me deja descalzo en las brasas, desnudo en medio de las llamas de un fuego, tu fuego, que, poco a poco, me consume.