En mi mente


Hoy no será distinto.
Despierto a medianoche, empapado en sudor frío. Aún me duelen los ojos.
La oscuridad lo envuelve todo. La tenue luz que me permite distinguir el cuarto proviene de la amplia ventana; el apagado brillo de la luna penetra en mi dormitorio tiñéndolo todo de un pálido gris plata, mientras me incorporo lentamente. Fuera está lloviendo, diluvia. Me siento en el borde de la cama, y espero. Un rayo en las nubes negras ilumina mis manos, ahora pálidas. Ya no tiemblan como antes.
Demasiado tiempo con él; demasiado tiempo conmigo.

Me incorporo y miro a través de la ventana, a través del cristal sin reflejo. De su superficie cae una corriente de agua. El exterior está borroso, vidrioso; tan sólo se distinguen un par de luces muertas en la calle; y una sombra en mitad de la carretera.
Él me mira; me observa.

Me vuelvo de cara a mi cuarto, dándole la espalda. Camino en la penumbra dispuesto a salir de la habitación. Me acerco a la puerta bañada de una oscuridad opaca; la atravieso. Mis ojos descansan en la sombra y escucho. Silencio; el silencio de la noche. Camino lentamente hacia el baño, y enciendo la luz. Voy directamente al armario blanco; lo abro, y cojo el pequeño bote de tapón roscado que se diferencia del resto. Saco dos pastillas de su interior, y me las meto en la boca. Mis ojos apuntan al suelo, perdidos, mientras abro el grifo con unas manos débiles y bebo agua, atropelladamente. Mi estómago se revuelve; suspiro.
Alzo la mirada.

En el espejo; ahí está él, conmigo. Justo al lado de mi reflejo, a mi espalda.


Otras veces me he girado hacia él; he buscado fuera de mis sentidos aquello que no es real, y no he logrado encontrarlo.
Él nunca me deja; me persigo. Su mirada se clava fíjamente en mis ojos. Vive en mi oscuridad, mientras morimos lentamente los dos en la luz.

Agacho la cabeza, y escondo el pálido rostro entre mis manos. Abro el grifo; el agua está helada. Lágrimas enturbian mi visión. Mi cabeza se tambalea, mareada. Cierro el grifo y me seco la cara con una toalla. Salgo del baño rápidamente, sin mirar atrás. Me cuesta respirar; me ahogo.
Sombras en mi habitación giran a mi alrededor; me observan. Sus risas se clavan en mi mente como puñales. Están riendo, se burlan de mi. Puedo oir sus quejidos golpeándo en mi mente.
Alcanzo la ventana; él ya no está allí.
Un rayo me deslumbra. No veo nada; me tambaleo, y caigo.

Abro los ojos; la luz del sol entra por la ventana.