Hey Jude




Salgo del portal de mi casa y comienzo a caminar por la calle cuando de repente empieza a sonar una extraña música. Entonces y sin saber por qué, sonrío como si le pusiera a alguien la mano en el hombro (o como si alguien me la pusiera a mí) mientras mi forma de caminar se torna alegre y solemne. Miro a los setos de los jardines de mi alrededor y me doy cuenta que tienen ojos y boca y que cantan a mi paso. Los árboles también tienen, y les acompañan en el canto. Todos sonríen y tienen caritas felices y bonachonas como sacadas de cuentos infantiles con muchos colores vivos y trazos gordos y bonitos. El sol resplancede en el cielo acompañado por un par de nubes redondas, acolchadas y de aspecto esponjoso.
Entonces me paro, cojo aire, cierro los ojos y suspiro profundamente.


Vuelvo a abrirlos y sigo caminando.
Un par de pajarillos me saludan diciéndome "hola" con sus alitas desde la rama de un árbol. Yo les saludo con la mano y continúo caminando feliz y tranquilo. Le doy una patada a un balón que se cruza en mi camino para pasárselo a unos niños que juegan en un parque cercano, que me dan las gracias y me sonríen. Saludo a un perrito que es llevado con una correa por una mujer sonriente. El perrito mueve el rabo feliz, y la señora me sonríe con una expresión muy dulce. Me cruzo también con un jardinero que me regala una flor muy bonita y me saluda quitándose la gorra. Sigo caminando con la flor hasta que me cruzo con una viejecita a quien se la regalo con gran ilusión. La mujer respira el aroma de la flor con expresión de encanto.
Continúo caminando y una chica disfraza de payaso se cruza conmigo, me regala un globo enorme y me da un beso muy tierno en la mejilla. Entonces el globo me hace volar y volar hasta llegar al arcoíris y sigo caminando por el arcoíris. Camino a través de las nubes todo sonriente hasta que el sol comienza a descender y se hace de noche. La luna a mis espaldas acompaña a la música que no ha dejado de sonar desde que salí de mi casa. Todo está perfectamente iluminado por las estrellas.
De repende algo me abofetea y la música cesa.

Abro los ojos en mitad de la noche y veo un mono mirándome fijamente justo con su cara a la altura de mi cama. Un mono me acaba de despertar con un bofetón.
Nos observamos muy fíjamente, en silencio y con expresión indiferente.
Él me mira, yo le miro.
Entonces como si no hubiese pasado nada me doy la vuelta y vuelvo a dormir.

Vuelve a sonar la música.
Un submarino amarillo con cuatro tipos muy sonrientes surca los cielos justo en la dirección en que camino.


Sonrío.