Mi culo tampoco lo entiende


"Insomnio crónico" dices, pero es mentira. En realidad lo único que pretendes es no dormir. Porque te aterra cerrar los ojos.



          Me senté en un banco del parque mientras ella jugaba con sus amigos en los columpios. No hacía ni frío ni calor. Aun así, decidí sentarme en un banco en el que daba la sombra. Detestaba la sensación del sol quemándome literalmente la piel. Más aún, detestaba no poder escapar de aquella sensación. 

-Es muy guapa- dijo el banco en el que estaba sentado.
-Qué... ah- respondí extrañado. No esperaba que fuera el banco del parque el que hablase conmigo. No sé por qué nunca lo espero. -Sí... sí que lo es- dije con tono cansado.
-¿Sabes?, yo una vez estuve casado.
-Qué bien -intenté sonar lo más seco y tajante que pude. Se me ocurrían miles de interlocutores mejores para tener una conversación en aquel momento (o en cualquier otro) que un simple banco. De hecho, me senté allí esperando no tener que hablar con nadie. La vida sentimental del mobiliario urbano es algo con lo que, al parecer, todo el mundo debe lidiar al menos una vez en la vida. Creí que había llegado la mía. Pero no fue así.
-Pero claro eso a ti no te importa. A ti solo te importas tú mismo. Tú y tu propia mierda. Ojalá te ahogues en ella.
-Que te jodan -le contesté al banco sin apartar la vista de los columpios.
-Que te jodan a ti.

Instantes después vino caperucita roja con sus hermosos rizos rubios, su escueta falda roja y sus enormes pechos. Sin decir una sola palabra se sentó a mi lado, cruzó las piernas, sacó una manzana de su cestita (manzana de un rojo brillante, como el atuendo de la chica) y comenzó a comérsela mordisco a mordisco. La situación, con el aditivo de los labios también rojos de la chica, tenía un deje claramente erótico que no me pasó desapercibido. No obstante, había algo raro en todo aquello. Mientras caperucita iba mordiendo la manzana, ésta cambiaba lentamente de color. Al principio cuando la sacó de la cestita, la manzana era de color rojo vivo; daba la sensación de que la acabaran de arrancar de las garras de Newton. Sin embargo, tras varios mordiscos eróticamente cargados, ésta adquirió una tonalidad morada, mucho más apagada. Bastó apartar mi vista de sus vívidos senos para darme cuenta de que caperucita poseía unos colmillos más grandes de lo normal. De ellos manaba un espeso líquido negro que se había inyectado en la manzana con cada mordisco. La "inocente" joven había resultado ser más venenosa de lo habitual. Una pasión, sin duda, capaz de detener los latidos del corazón.
-Caperucita, que boca más grande tienes -dije, contemplando el veneno manar de la boca de la chica.
Ella no contestó. Simplemente clavó su mirada en mí de forma lasciva.

Caperucita se marchó instantes después en que hube vomitado. Con tanto erotismo, tantas manzanas, y esos senos que botaban sin razón, no pude evitar que se me revolviera el estómago. Mientras tanto, ella seguía jugando en los columpios. Subía y bajaba por el tobogán, y yo sentía que mi estómago y mi cabeza hacían lo mismo. Me llevaba de un lado a otro y me balanceaba. 

-¿Sabes una cosa? -le dije al banco.
-¿Qué? -respondió éste.
-Tu ociosidad me da asco. Te pasas el día aquí sentado viendo la gente pasar. No tienes preocupaciones, obligaciones, ni que pensar ni dónde ni cómo estarás después. Solo estás aquí anclado, en este puto parque mientras el mundo gira. 
-¿Envidia?
-Nah, no lo creo.
-No creas que una cadena te hará más feliz sólo porque te libre de las expectativas de un mundo que no sabes gestionar.
-Depende de la cadena.
-Tan pronto pides posibilidades como ruegas que te las quiten. Ni siquiera sabes lo que quieres. Solo eres un niño malcriado. 

Anocheció. Ella se marchó. Un rato después, yo me levanté y volví a mi casa.
No, aún no he aprendido a dormir bien.