5 horas con Wario

          
          No me creyó cuando le dije que estaba muerto. Discutimos durante horas, pero fue en vano. Wario siempre fue muy terco para todo. Salía por la noche y volvía a casa con una extraña sensación de desamparo, de insatisfacción. Luego se pasaba las horas dándome la tabarra con sus mierdas, sus comeduras de tarro y su colección de filosofía barata. Yo le queria, lo juro por dios... pero a veces me provocaba verdadero hastío. Un día, mientras caminábamos de noche por Madrid para volver a casa, me dijo que quería ser se esos perroflautas todo tatuados y enrastados, que viven sin oficio ni beneficio de okupas en cualquier lugar propiedad de otra persona. Que quizá así pudiese liberarse y ser feliz. Que no le llenaba todo esto, que evitaba dormir por no sentir que perdía su vida, etc. Yo siempre le animaba a soltar su discurso por pesado que fuera y, una vez lo había hecho, dormía como un niño.

          Pasé horas con él recordando tiempos mejores, tiempos en que aún malvivía. Después de todo no logré convencerle de que había muerto. Asi que simplemente, cuando me hube cansado, cerré la tapa de su féretro y me marché de allí. Por los siglos de los siglos.