El cochecito leré


En los parques hay columpios, niños, bancos, animales, arena, cal y monos parlantes (que por supuesto no podemos meter en el mismo saco que al resto de los animales).
Y ninguno de ellos se divierte allí, por mucho que lo parezca.

Los columpios chirrían;
los niños no se comprenden los unos a los otros cuando se hablan;
los bancos ven la vida pasar anclados en el suelo;
los animales enfurecidos defecan en lugares prohibidos;
la arena se derrama por todas partes y queda atrapada en las zapatillas;
la cal sólo toca un año sí y otro no y el año pasado fue bueno y este toca malo;
y Pericles simplemente ha olvidado cómo hablar.

Por eso no contestamos al banco del parque cuando vino a insultarnos, ni congeniamos con alguna rubia de grandes pechos, ni hicimos amistad con extraños caballeros con chistera.

Tan sólo permanecimos allí en silencio durante lo que nos pareció una eternidad. Entonces, con el mismo vacío con el que llegamos, nos fuimos; aunque eso sí, un poco más viejos... y más infelices.