Boomer


Le pedí un chicle de fresa al chino pero no tenía. En vez de fresa, tuve que comprar uno de menta.
Si hubiese tenido de fresa, seguro que me habría cruzado con alguna mujer rubia de grandes senos deseosa de mantener relaciones sexuales salvajes y sin compromiso a cambio de un simple chicle. De fresa, claro. Porque una cosa es que la chica pudiese ser un poco fresca, y otra que no tuviera gusto para los chicles.

El nuestro habría sido uno de estos amores fugaces del siglo XXI. Que yo no me habría enamorado ni nada, a ves tú, yo todo sin compromiso y libre como un pajarillo en el viento otoñal de la mañana. Lo malo es que, bueno... es normal que se me hubiese quedado el "qué hubiera pasado si..." típico de estos casos de cuando ella sale por tu puerta sin un "te llamaré", o un "ha sido absolutamente maravilloso" o un tímido y casi inaudible "te quiero". 
Porque en el fondo la vida es cruel y nosotros estamos muy solos, y los chicles de menta no hacen otra cosa que recordarnos día tras día nuestra pesada y profunda soledad.

Esos jodidos chicles de menta.