Érase una vez

Y llega un momento en la vida en que te preguntas por qué tu caballo ya no es capaz de correr; por qué no llevas tu preciado vestido azul; por qué tu flamante espada de metal se convirtió en una cuchara de madera; por qué tu yelmo hace las veces de cacerola; por qué tus botas perdieron su suela para trepar; por qué tus rizos rubios se tornaron sucios, apagados y encrespados; por qué tus ojos azules se tiñeron de gris; por qué tus dedos no son capaces de aferrarse a las rocas; por qué el barro lava tu rostro mejor que el agua; por qué los ogros te aceptan como uno más; por qué robaste a los pobres para hacerte más rico; por qué creiste oro todo lo que tocabas; por qué llenaste tu cestita con miguitas de pan que te habrían devuelto a casa; por qué cambiaste tu adosado de ladrillo por una choza de paja; por qué sigues mirando las estrellas como si pudieras rozarlas; por qué no eres capaz de apartar los ojos de su ventana esperando poder volver a ver un mechón de su cabello.