Acosater

(basada en hechos reales)

He de reconocer que nunca fui una persona muy sociable; de hecho, en clase siempre me solía sentar sóla; de pequeñita me daban asco los niños que iban conmigo al colegio. Era mirarlos y...ugggg. Una arcada irrefrenable.
De mayor ya, solía sentarme siempre en el mismo sitio; no por nada en especial, simplemente era algo que hacía por instinto, igual que te puedes comer un plato lentejas. Además, me acostumbré al olor a recocido tan característico de los que me rodeaban.
Un día, faltó la chica que solía sentarse a mi lado, una mezcla de verdulera y vendedora de aspiadoras en paro, que acostumbraba a mirarme de arriba abajo cada vez que entraba en el aula. Lástima que no te quedases a vivir entre las coles de bruselas, mona; te habrían aceptado como a una más.
Pensé que era mi día de suerte y que me sentaría sólamente acompañada por mi preciada e inestimable presencia, pero no fue así.
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Comenzó a hablarme; al principio me sentí extrañada, no había hablado con nadie en aquella clase de garrulos asalvajados y, a decir verdad, desconocía si se comunicarían con mi mismo idioma; aún con todo eso, aquél chico se dirigió a mi como si nos conociéramos de toda la vida. La complicidad de sus palabras y su aparente facilidad para aparentar que no le importaba llevar la misma camiseta de ACDC durante más de tres días seguidos, fue lo que más me llamó la atención de él.
Poco a poco, comenzamos a hablar cada vez más. Yo sabía que él se las ingenieba para sentarse a mi lado, aún a fuerza de ser agredido con la nueva turbopower aspirator 3000 por parte de mi entonces ex-vecina. Él era el clasico malotillocerdo"pueshaceunmesquenomeduchoyapestoapachuliypollofrito" de barrio, que va de sobrao con sus camisetas de grupos de rock de cuando Massiel cantaba coplas, y el pelo tan grasiento que podrían lubricar una montaña rusa sólamente con su cabeza pero, aún así, nos reíamos juntos de la gente, y solíamos dar vueltas por los pasillos y charlar entre horas. Incluso después de clase, acostumbrábamos a quedarnos en un banco a la salida de la facultad, mientras él me hablaba sobre su vida, y yo fingía que le escuchaba pensando qué foto colgaría en el tuenti el fin de semana siguiente.


He pasado tiempos difíciles; mi niñez fue muy complicada. Experimenté la crueldad de los niños desde muy pequeña, debido a que, además de unas enormes gafas de culo de vaso con las que he tenido que cargar durante años, también tuve que llevar prótesis dental. Vale que ahora todo ha cambiado, pero quizá eso me hizo ser una persona insegura, asquerosa y falsa, y fue un poco lo que me hizo aferrarme a la complicidad de aquel chico. Así que un día, en una de nuestras charlas, le susurré mi secreto:

"Me como los mocos"

Su reacción fue increíble.
No se rió de mi, ni cayó del banco donde estábamos sentados gritando "dios, dios... sabía que debía haberte matado cuando pude" como hicieron algunas de mis antiguas y envidiosas amigas; él me confesó hacer lo mismo.
Quizá por eso nos entendimos tan bien, ya que a partir de ahí todo fue a mejor: más complicidad, quedábamos para ir al cine, a pasear fuera de la facultad...
Sin embargo, comencé a notar que él sentía algo más por mi. Aquello no era lo que yo esperaba; creí haber encontrado un apoyo en él, como un amigo que trae una canción nueva en el ipod cada día; pero no podía darle nada más. No era un hombre para mi. Era bruto, tosco; se sacaba la roña de entre las uñas con el portaminas, llevaba esa cabellera larga y greñuda al viento día tras día. No le quería, por muy amigo mío que fuera; así que me distancié un poco de él de forma sutil.

No me resultó fácil alejarme del hombre que me había ofrecido complicidad y cariño, pero sabía que debía hacerlo. Pensé que todo se enfriaría, pero fue un error; cuanto más trataba de alejarme, él buscaba más en mi. Me llamaba a todas horas, me hablaba por el messenger, por el tuenti, en el facebook, en el tuiter, en netby; no hacía más que mandarme notitas en clase, sms, mms, msm, smm, ssm, mss... Buscaba cada momento para poder acercarse a mi.

Logró engañarme, y cometí el mayor error que he cometido jamás... le dejé un libro.
Ahora es el reverso de los morosos personificado; Ahora tiene la escusa de devolverme el libro y trata de regresarmelo a toda costa, me busca, me persigue. Tengo miedo de salir a la calle, tengo miedo de girar la esquina, encontrármelo y no poder darle largas. Tengo miedo de que me pida la segunda parte de la novela y tener que volverle a ver; desde entonces él no es mi amigo... él, es....


ACOSATER

"La complicidad se paga... a precio de chopped"