Nada que decir


Permanezco de pie en mitad de ninguna parte, observando un vacío que me habla de ti.
¿Y si fueras real?

-¿Si fuera real el qué? -mi psicólogo particular me miraba con un gesto de aparente inquietud-. ¿Davidopoulos...?
-Nada; nada, tan sólo... tan sólo pensaba en voz alta.
-Estoy aquí para ayudarle, eso lo sabe ¿verdad?; ¿por qué no me lo dice?
-No creo que haya nada que decir.
-De acuerdo, no hay problema. Cuénteme, ¿hay algún sueño que se le repita con más frecuencia últimamente?

Pensé en mentirle pero, en esta ocasión, sus ojos fueron demasiado rápidos.

Abro los ojos. Me encuentro en lo que parece ser una sala completamente vacía. La luz es ténue. A mis espaldas, una pequeña ventana permite que penetre en la estancia el tímido brillo plata de una enorme luna llena. Me acerco a la ventana.
En el exterior hay un enorme lago, de un negro profundo, donde se refleja la luna. Justo a unos metros, un largo y estrecho embarcadero de madera que se adentra en el lago. Hay alguien sentado al final del embarcadero, observando el cielo plagado de estrellas.

El suelo cruje detrás de mí; me giro. En el umbral de la puerta se encuentra ella. Me mira con expresión extraña, mientras sostiene algo entre sus manos. Es un pequeño corazón, de cristal.
Sus ojos se pierden, lejos, mientras una lágrima comienza a resbalar por su rostro. Entonces el corazón resbala de sus manos, golpeando contra el suelo y rompiéndose en mil pedazos. El estruendo es ensordecedor.
Comienza a correr, a través de la puerta. Intento ir tras ella pero resbalo en el suelo plagado de cristales y caigo. Al caer me apoyo en los fragmentos de corazón, que se clavan en mis manos. Comienzo a sangrar. Trato de ponerme en pie, y salgo por la puerta de la habitación, a un pasillo completamente a oscuras.
Unas pupilas rasgadas me observan.

-¿Desde cuándo tiene este sueño, Davidopoulos?
-Tengo la sensación de soñar ya con ello, incluso desde antes de poder recordarlo.
Esperó unos segundos, en los que no apartó sus ojos de mí.
-No han dejado de sangrar, ¿no es cierto?
Bajé la vista hacia mis manos, vendadas a conciencia.
Y guardé silencio.