Desperté en mi cama o algo así


      Desperté en mi cama. Sin más. Me levanté, y contemplé cómo toda mi habitación estaba adornada con cuadros, juguetes, peluches y todo un diverso abanico de motivos infantiles. No entendía por qué. Yo ya no era un niño, o al menos creía no serlo. Salí de mi habitación y descubrí que llevaba puesto un pijama de bebé y unos pañales. Nada más poner un pie en el pasillo de mi casa, descubrí una fila de personas que me sonreían y me hacían carantoñas. Me dirigí hacia ellas, con intención de llegar al salón, mientras me tiraban de los mofletes y me sostenían para avanzar. Llegué al salón, y me senté en el sofá, rodeado de gestos sonrientes y vocecillas exageradas. Todo el mundo parecían ser muy mayor, y yo tan sólo un bebé. Todo el mundo me trataba como si fuera un niño de cuna. 
      La gente, que llenaba el salón a rebosar, iba y venía, y pronto se marcharon los que estaban y vino otra gente diferente a verme. Vino gente que fumaba, otros que bebían alcohol, gente que parecía tener mucha prisa, otros que me miraban por encima del hombro, gente desnuda besándose y tocándose, gente con maletines y planos que hablaban por un teléfono móvil, otros con dinero saliéndose de los bolsillos, otros vestidos con harapos, otros vestidos de militar con gesto enfadado, gente que gritaba mucho, gente que me decía cosas que no eran verdad, otros que me decían cosas sin sentido, y otros que no hacían más que corregir cada movimiento que yo hacía. 
      Algo me molestaba estando sentado en el sofá. Dentro de mi pañal descubrí un bonito cubo de rubik. Siempre he escuchado que los cubos de rubik son imposibles de resolver, pero no sé por qué y aunque sabía que no era lo más óptimo ni en aquél ni en ningún otro momento, decidí que resolvería el cubo de rubik. "¡Hola Davidopoulos!" dijo el cubo, al que le salieron bracitos y piernas. "¡Hola!" dije yo, sorprendido ante el maravilloso cubo proveniente de otro planeta. En ese momento, el cubo saltó de mis manos, calló al suelo y comenzó a correr entre las piernas de la gente, hasta que lo perdí de vista. Me levanté del sofá e intenté alcanzarlo, pero no pude al haber tanta gente en la habitación. Poco después me di cuenta de que aquella ni siquiera era mi casa, debía ser la casa de algún otro, una casa fea y con pegatinas en las paredes. Todos me miraban, se reían a carcajadas y me tiraban del pijama de bebé. Mi paciencia llegó a su fin.

"ME CAGO EN DIOS" espeté en voz muy alta, enfadado.
Me vi envuelto en nubes. Frente a mí tenía a un hombre gigante con un triángulo en la cabeza que me miraba con gesto enojado. Me señalaba con un enorme dedo mientras apretaba los labios iracundo.

Desperté en mi cama. Solo. Me había eyaculado encima.