Desperté en mi cama. Estaba solo. Todo el mundo había muerto, o se había ido al triángulo de las Bermudas para nunca volver, así que apagué el despertador y continué durmiendo un par de horas más.
Desperté en mi cama. Miré a mi alrededor y encontré acostada junto a mí a una bella mujer, completamente desnuda. Me apeé de la cama sin hacer ruido para que no se despertase, fui a la cocina, desayuné, y cuando volví a mi cuarto, me di cuenta de que no era una mujer sino un croissant.
Bajé a la calle y anduve hasta que las suelas de mis zapatos se desgastaron. Allí donde no había ni rastro de vida, encontré a un niño cabrón que me señalaba con el dedo y se reía de mí. "¿De qué coño te ríes, puto niño?" le espeté sagazmente cual hábil contertulio experimentado en reyertas verbales. "De ti, que eres un fracasado y estás solo en el mundo" contestó sin dejar de reír. Entonces le apunté con un arma a la cabeza y lo maté. Ahora sí que estaba solo en el mundo. Pero me daba igual.
Fui al centro comercial tecnológico más cercano, y me puse a jugar a todos los videojuegos que tenían en stock. A los cuatro años terminé de jugar a todos los videjuegos, aun consiguiéndome todos los extras y los mapas ocultos. Conseguí el trofeo platinum de la mayoría de los juegos, con la excepción de aquellos en los que hacía falta pasarse el multijugador. Estaba yo solo en el mundo. Yo, y supermario. Y el hijo de puta tenía novia y pasaba de mí. Me entró hambre, así que fui a otro centro comercial, unos grandes almacenes de ultramarinos, a buscar algo para comer. Cuando llegué a la sección de pastelería, en vez de croissants, encontré un montón de mujeres completamente desnudas que me cantaban el cumpleaños feliz con una tarta con velas encendidas. Pero no era mi cumpleaños. Aquellas mujeres no se acordaban de mi cumpleaños. Me di la vuelta, enojado, y me fui.
Al sentarme en los bancos de la entrada encontré a una joven, de más o menos mi edad, llorando. "¿Qué te ocurre, te has perdido?"; "no, no me he perdido, es que he perdido a mi mono parlante". Afligido por el sufrimiento de aquella bella muchacha, decidí ir en busca del mono parlante. Por el camino, fui pensando en mis cosas. De aquellas aciagas conversaciones conmigo mismo, saqué varias conclusiones: la primera, que quería hacer el amor con aquella joven del banco; la segunda, que aún no había comido y tenía hambre; y la tercera, que si en alguna linea temporal imaginaria destructiva paralela de una consciencia paralela, yo, en algún momento, llegase a tener un mono parlante, lo llamaría con toda seguridad "Pericles".
Encontré al mono en el aparcamiento de los centros comerciales, cerca de allí. Llevaba unas gafa-pasta, estaba escuchando música-dubstep en su coche de gama media, y gastaba unos pelos-guapos. Me detuve delante de él, me bajé los pantalones y dije con la voz más grave y autoritaria que pude: "ven conmigo, te lo ordeno". Pericles se quitó las gafas, apagó la música y se revolvió el pelo. Me hizo extraños gestos simiescos para que que me acercase a él, por lo que accedí esperando que su faceta parlante se revelara ante mí para el regodeo de mis sentidos. Pero en vez de eso, me abofeteó.
Desperté en mi cama. Junto a mí había una mujer desnuda de piel blanca y suave, sin tatuajes. La chupé la mejilla, pero no sabía a croissant. La mujer se despertó y me abofeteó.
Desperté en mi cama. Había un niño cabrón riéndose de mí. Me pegué un tiro.
Desperté en mi cama. Me llamaban por teléfono de Vodafone, para ofrecerme una oferta magnífica que consistía en darles todo mi dinero a cambio de nada. Luego me llamaban de un Burguer para que fuera a trabajar con ellos. Fui a la entrevista pero no me cogieron por tener un currículum muy pobre, solo con una carrera. Me dijeron que para hacer hamburguesas debía aprender a programar, y dominar 270979832 programas informáticos que todo el mundo sabía menos yo. "Pero ahora todo el mundo está muerto" dije.
Desperté en mi cama. Apagué el puto despertador y me volví a dormir.
Después de esto, no desperté jamás.