Schneewittchen


"Toma niño, una manzana" La vieja fea, encorvada y de nariz verrugosa estiró el brazo acercándome la manzana a la cara. "Has sido muy amable conmigo, es lo menos que te puedo dar..." dijo dando media vuelta para alejarse entre risotadas malignas y profundamente diabólicas. Extrañado y con la manzana en la mano, cerré la puerta de la cabaña y volví dentro. Estaba solo. Hacía tiempo que los enanos que vivían conmigo se habían marchado sin dar una sola explicación. Me creí vivir para siempre con 7 enanitos cojoneros corriendo por la casa y preparando la lumbre, pero al parecer hasta ellos habían elegido un camino mejor que permanecer conmigo. Me senté en un viejo sillón polvoriento del salón, y suspiré. La casa se me antojaba enorme, y yo, me sentía demasiado pequeño. Aquel lugar era frío y húmedo, culpa de que la chimenea no hubiese sido encendida desde hacía mucho tiempo, ahora cuna de viejas cenizas de momentos más felices. Dejé la manzana sobre una mesita de madera y me acurruqué en mi acolchado reducto de paz. De pensamientos vacíos y mirada perdida, el sueño se fue apoderando lentamente de mí, hasta que me abandoné al delirio.



Desperté sobresaltado; había oscurecido. Por los ventanales se colaba el destello color plata de la luna, que desdibujaba sombras chinescas por toda la habitación. Me incorporé en aquel sillón, confuso. Lejos de haber dormido, sentía mis extremidades como si hubiese estado caminando durante siglos. Sobre la mesa encontré la manzana que horas antes me había dado aquella anciana fea y arrugada. La sostuve unos instantes en mi mano, con la mente en blanco; lo cierto es que me encontraba hambriento. Aun hacía más frío que en el momento en que caí dormido, por lo que pronto mi cuerpo comenzó a temblar. En aquel instante llamaron a la puerta de la cabaña. Extrañado, me levanté del sillón aún con la manzana en las manos. Volvieron a llamar; el ruido fue débil, suave, presumiblemente de una mujer. Apresurado, mordí un pedazo de la manzana, dejé ésta encima de la mesita de madera, y fui a abrir la puerta.