Estuvo largo rato allí de pie, absorto en sus pensamientos. En su cabeza las ideas vagaban desordenadas, caóticas. Se sucedían agravios, vacilaciones, críticas, autocompasión, impaciencia, mofa... un universo entero de erráticos sinsentidos que se alargaban eternos, enmarañándose y confundiéndose los unos con los otros, tan tangibles y asfixiantes como irreales e imaginarios.
Apenas minutos después, cuando hubo serenado su cabeza, simplemente quedó vacío. No obstante, en aquella nada que se sorprendía de sí misma, existía un claro matiz realista que lo envolvía todo; una atmósfera de credulidad insana. Una atmósfera de hastío; e incluso, llegó a pensar, de cierta decepción.
Sus ojos clavados en aquello que le consternaba, permaneció de pie, con las manos metidas en los bolsillos, únicamente observándolo, lejano.
Finalmente y dando por acabado (casi por perdido) el asunto, se dio la vuelta y se marchó.