"Mierdum Postem"


Hola a todos, pequeña fauna de mi blog:

Hoy os traigo uno de esos post absurdos que llenan de alegría y jovialidad vuestros mustios corazones de gorrino. Y es que esta vez os escribo para daros las gracias a todos vosotros, que diaria o semanalmente venís a éste, mi idolatrado blog, a inyectaros en vena sus palabras cuales yonkis en busca de su dosis de metadona. Este blog no sería lo mismo sin vosotros; yo no sería el mismo sin vosotros; por eso quiero agradeceros a todos en forma de salivación anal vuestra implicación afectivo personal con este espacio virtual que tanto ha supuesto para mí durante el último año y medio.
Amigos, pseudoamigos, bloggers, desconocidos, frikinabos, chupasangres, agentes del FBI, marcianos con intención de dominar el mundo, psicópatas y sujetos no catalogados como humanos: Infamia os acoge con los brazos abiertos; muchas gracias a todos.

Y ahora pensareis, "¿ya está?; ¿ha escrito un post solo para agradecernos el haber tomado la desafortunada decisión de tirar nuestra vida leyendo esta basura de líneas?; menuda mierda..." ¡Pues no señor!; esperad unos segundos antes de dirigir vuestro explorador de internet a páginas de contenido más sexualmente cargadas y erótico-festivas, porque aún tengo algo más para vosotros.

Pequeñas almas descarriadas de mi blog, hoy me llena de orgullo y satisfacción el poder presentaros el nuevo concepto bloggístico de "Mierdum Postem" que, para quien no lo sepa, (que no lo sabrá porque son palabras inventadas por mí), significa "post de mierda". Y os preguntaréis, ya que sois pseudopersonas cuanto menos cultas, qué demonios significa o, mejor dicho, ¿en qué coño consiste un "MP" (mierdum postem)?; pues bien, yo iluminaré vuestra sapiencia de primates.

"Mierdum Postem": dícese de aquel post que viene a la mente del sujeto escritor mientras se encuentra retirado en el excusado, en posición y actitud propias consecuentes a la deyección.
Es decir, el post que se te ocurre mientras estás cagando en el váter. Sé que puede sonaros un poco vulgar, ordinario y/o de mal/excelente gusto, pero os puedo asegurar que el momendo "All bram" es uno de los más creativos del día.
Origináriamente la palabra retrete proviene de retiro, que se utilizaba para excusarse de manera personal a un lugar íntimo y privado, donde el individuo se encontraba en soledad, y desarrollaba su faceta más creativa; y por qué no decirlo, entraba en armonía consigo mismo, abría sus "chacras" y se fundía con la naturaleza. Por lo tanto, remontándonos a los mismos orígenes del léxico, descubrimos que el mejor lugar para la creatividad es sin lugar a dudas el retrete, inodoro, WC o, también llamado coloquialmente, váter.

De ahí que disfrutando yo de uno de estos momentos místicos con el ser, haya recibido esta maravillosa iluminación en forma de clasificación artística, para fascinación, deleite y maravilla de todos vosotros. Espero que utilicéis esta nueva forma de expresión, y explotéis al máximo todo lo que vuestro espíritu creativo puede ofreceros en una posición rectal de rápida evacuación.
Y si no es así, no os preocupeis; seguro que todos hemos escrito peores mierdas en momentos menos propicios; al fin y al cabo, el que tiene boca se equivoca... a menos que hable con el culo, claro.


Tan sólo me queda daros las gracias por estar ahí una vez más, instaros a continuar dándole vida a mi blog y animaros a practicar la creación de mierdum postems... os soprenderán.
Ya sabéis que, sin vosotros, mis letras son tan sólo inspiración que se traga el inodoro... cañerías abajo.


Un saludo.

Mi alma de madera


Mi cuerpo yacía de forma pseudoinerte en el suelo de aquel cuarto; su visión bien podría asemejarse a la esperpéntica alegoría de abandono que produciría una marioneta de hilos rotos, desechada por su titiritero al más ingrato de los olvidos.

Aquel muñeco y yo habríamos compartido el rostro burlón, ajeno; nuestros ojos vacíos igualmente habrían fijádose en el infinito; nuestras extremidades descansarían muertas y desfiguradas; y nuestra alma... armonizaría con la misma naturaleza de madera... inerte.

Pero a diferencia de aquel títere, mecido en contra de su volutad, esta vez era yo mismo quien me abandonaba a mi suerte. Quien cortaba los interminables hilos que me unían con mis sueños, nexos de unos propósitos utópicos que parecían tan lejanos como ilusorios, tan sólo posibles en un cuento de hadas; yo creí; yo aposté por ello... aún sabiendo que las hadas no existen.



Cerré la puerta de aquella habitación, me senté y tapé mi rostro con mis manos. Había vuelto a fallarme a mí mismo; había vuelto a echarlo todo a perder. No había cambiado, no había cumplido nada de lo que me prometí.
Todo seguía siendo igual... siempre sería igual; pero..., y qué más daba, no merecía la pena... nada merecía la pena. Suspiré; aparté las manos de mis ojos mientras mi mirada se perdía en niguna parte.


Metí la mano en mi bolsillo y saqué un pequeño inhalador de color negro; llevaba demasiado tiempo siendo consciente de una realidad inútil; demasiado tiempo rehuyendo del momento en que decidiera volver a escapar. Mis sentidos se cegaron, mi mente oscureció; volvía a estar en el fondo de aquel pozo.
Tomé el inhalador con las manos mientras mis ojos se anegaban lentamente en lágrimas, lo llevé hasta mi boca... y aspiré; aspiré llenando mis pulmones de su droga.


Acto seguido caí al suelo de la habitación. Mis ojos parecían observar el infinito; mi rostro esbozaba una expresión estúpida; mis extremidades caían muertas unidas lévemente a mi cuerpo; y mi alma... mi alma de madera... inerte.

-Así que fueron todo el camino en silencio, uno al lado del otro. Ella no le miró directamente; no se dirigió a usted. No mostró ningún gesto de complicidad que le pudiese hacer pensar que de verdad quería de alguna manera su presencia allí. Y por su parte, Davidopoulos, usted tan sólo fue capaz de dedicarle miradas furtivas; "miradas que morían ahogadas en las lágrimas que resbalaban por su rostro", me escribió en la entrevista previa a nuestra cita.

-...- Guardé silencio, con la mirada perdida en algún lugar de la moqueta de aquel cuarto.

-Si me permite el comentario, diría que, conociéndole, esas miradas no eran lo único que moría en aquel vagón...- El psicólogo suspiró, y volviendo a su cuadernillo de notas, continuó leyendo con tono condescendiente. -No obstante, usted decide saltarse su parada y permanecer con ella una media hora más, en silencio, acompañándole hasta cerca de su domicilio.-

Hizo una pausa, se quitó las gafas, y se dirigió a mí mirándome fíjamente.
-Dígame... ¿por qué lo hizo?; ¿por qué no se fue cuando llegó a su estación?-

-Porque quizá hubiese algo que ella quisiera decirme, y sus palabras únicamente encontrarían a su destinatario si yo me quedaba allí; quizá ella necesitase abrazarme, y sólo podría hacerlo si yo permanecía a su lado; quizá simplemente con una mirada ella pudiera haberse sentido mejor, igual que me ocurrió a mí tiempo atrás; tan sólo la posibilidad merecía que mis ojos estuvieran allí para los suyos. Creí que me necesitaba, especialmente entonces; y desde luego yo también la necesitaba a ella.-

-¿Algo de aquello se cumplió?- Dijo sin apartar en ningún momento los ojos de mí, con un tono de voz algo temeroso.
...
-¿Davidopoulos...?-


Fue entonces cuando alcé la vista... y sonreí.

La hora de las brujas


Inmóvil, encorvado en un rincón, trato trastornadamente de ocultarme de sus sombras proyectadas en la pared de mi cuarto.
Ellas me buscan en la oscuridad, tras mi ventana.
Ellas vuelven cada noche hasta mí desde el infierno, para cobrarse lo que una vez le vendí al mismo demonio.

Ya perdí mis ojos; caí en la ceguera a cambio de que tu imagen nunca pudiera borrarse de mis ahora pupilas muertas. No renegué de haberlo hecho; nada que alcanzara a ver podría ser más bella que tú.
Vendí mis oídos por noches de silencio, en las que no volviera a torturarme el susurro de tu voz con un "adiós" hueco, ni los ecos de tu llanto estremecieran cada uno de mis apagados sueños rotos.
A cambio de mi voz pude encerrar en mí cada una de las palabras que nunca te dije; todo aquello que debiera haber sido tuyo, enmudeció cuando te perdí. Mi voz sin tí, tan sólo era ruido.
Mi boca ya no siente nada que no sea el embriagador sabor de tus labios; ni el más dulce de los licores me habría hecho olvidar; ni años del más amargo de los olvidos hubiera sido suficiente para apartarte de mi mente.
Maté mi olfato que inhalaba cada uno de tus suspiros; elegí conservar para siempre el aroma del deseo, la fragancia de tu cuerpo cálido en contacto con el mío, llenar mis vacíos pulmones de tí; en soledad nada podía apagar el olor a sal de mis lágrimas perdidas a ninguna parte, y el sudor frío de mis noches de vigilia.
No soy capaz de sentir; elegí perder el tacto. Nada volvería a hacer que mi piel se erizase si no eran tus caricias; sin tí cada palmo de mi cuerpo se volvería escama.


Ya pagué por todo aquello; ellas lo saben tan bien como yo; tan sólo les queda una cosa que arrebatarme, tan sólo una cosa por arrancar de mí...
Cada noche se presentan a la misma hora maldita; aguardan paciéntemente tras mi ventana, esperando arrastrarme con ellas al infierno; esperando arrojarme en sus llamas; llamas que consumirán mi alma a cenizas que, sin tí... serán tan sólo polvo.



Todo al negro


Ayer fui a ver la cabalgata de los reyes magos. No es que fuera gran cosa pero, como todos los años, estaba llena de un montón de caritas sonrientes de niños entusiasmados por ver a los extraños hombres que, mágica y desinteresadamente les dejan un montón de regalos cada 6 de enero. Majestuosos viejecitos que trabajan únicamente una vez al año, y que recorren todo el mundo en una noche repartiendo presentes con la mera intención de hacer a la gente feliz.

Y es que a estas pequeñas criaturitas lo mismo les da ver a sus majestades por la tele y que en cuestión de minutos estén recorriendo las calles de su municipio, o que el más varonil de los reyes de oriente parezca una mujer pintada de negro. Barbas despegadas, extraños pajes que arrojan caramelos con publicidad, o camellos con ruedas; todo vale. Todo es posible para ellos, porque todas las preguntas se solventan con una única respuesta universal "porque son magos". De pequeños esta respuesta nos valía para tener fe en todo; ¿en qué momento dejamos de creer?



Esta como ya tantas otras, ha sido una de esas noches en que me resulta imposible conciliar el sueño. Después de dar eternas vueltas en la cama y cuando me parecía estar ya vagando por el limbo rumbo a los dominios de morfeo, escuché unos golpes provenientes del salón de mi casa. Me levanté en silencio y fui caminando muy despacio por el pasillo que me llevaba al salón. Cuando entré allí, me encontré al rey Baltasar con un enorme saco rojo lleno de regalos, entrando por la terraza del piso donde vivo. Obviamente no estaba sólo vagando por el limbo, por lo que parecía.

-¿Tú no deberías estar durmiendo?- Dijo el rey mago.
-¿Usted no debería tener una orden judicial para entrar en mi casa?- Contesté hábilmente, gracias a mi experiencia en múltiples capítulos de CSI.
-Soy mago, no la necesito.-
-Amm... si me lo dice tan convencido, supongo que le creeré. Usted quién es, ¿Baltasar?.-
-El mismo.- Dijo mientras comenzaba a rebuscar en su enorme saco rojo.
-Ya... ¿me deja ver su pasaporte, por favor?-
-Niño, ¿sabes de qué color tengo los genitales?- Respondió con un tono cortante.
-No hay más preguntas, señoría; al fin y al cabo, supongo que esto es un sueño, así que... si usted quiere, actuaré como si no lo fuera- Me senté en un sillón de mi casa, y esperé a ver lo que sacaba del saco. -Pensé que en realidad no existían.-
-¿Cómo?.-
-Ya sabe, que son los padres. Que los padres van a los centros comerciales y compran los regalos para los niños. Y ustedes son solo un cuento de hadas. Mis padres se han gastado un dinero en regalos para toda mi familia, ¿por qué lo han hecho si en realidad son ustedes los que dejan las cosas en navidad?.-
-Eso es porque nosotros no repartimos cosas materiales. La leyenda dice que los reyes magos reparten ilusión y felicidad a los niños y los no tan niños; ¿de verdad crees que una colonia te hará ser feliz?; ¿o una corbata?; ¿un coche, tal vez?; vamos, mírame a los ojos... creo que este año has aprendido muchas cosas y esta es una de ellas. Lo que nosotros traemos no se puede pagar con el dinero, ni se puede acarrear con las manos; lo que nosotros traemos se guarda en el alma, hijo; se vive con ello.-

No sé exactamente cuántos años tendría el señor Baltasar de mi sueño, pero por la forma en que sus ojos se posaban en mí, me dio la impresión de que éstos debían llevar siglos mirándome.
-Nosotros no regalamos nada de eso; es más, no les llevamos juguetes a los niños. Tan sólo les hacemos llegar la ilusión en esta mañana; en realidad sonríen sin importar que no hayan recibido aquello que pedían; ¿o no recuerdas cuando tenías 8 años?.- Esbozó una sonrisa de esas que aparentan saberlo todo en su rostro, que fue a comulgar con la mía.
-...entonces...¿viene a traerme ilusión o algo así?-
-Vengo a traerte esto.- Y sacó del saco un pequeño cofre de madera.
-Vaya, qué cofre más chulo... es muy bonito, en serio. ¿Qué tiene dentro? Oh, vaya... no tiene nada dentro; ...qué raro... qué idiota soy, para ser mi sueño, ya se me podría haber ocurrido algo mejor. ¿Esto es todo lo que venía a traerme? Lo cierto es que no me siento mejor; el cofre es muy bonito, sí, pero no siento ilusión, o alegría.
-El cofre no tiene nada dentro; eso puede ser porque quizá el que deba llenar el cofre con algo más que simples objetos seas tú... quizá tú mismo seas ahora como ese cofre, y el verdadero regalo consista en llenarlo de algo que te llene a mismo. Dices que estás soñando; si quieres un consejo, chico, comienza por llenar el cofre de fe. Ahora debo irme, tengo muchas casas más que visitar.-

Lo cierto es que en esos momentos me encontraba un poco perdido con la situación; sabía que era un sueño, pero en el fondo parecía demasiado real.
-....Oiga, antes de que se vaya, ¿de verdad le da tiempo a viajar a millones de lugares del mundo en una sola noche?-
-Claro, soy mago, ¿recuerdas?-Dijo el hombre dedicándome un gesto de complicidad. -¿No te parece que ya es hora de volver a creer, igual que cuando eras un niño?-
-Supongo...- Sonreí y cerré el cofre.

Baltasar se marchó y yo dejé el cofre en el escritorio de mi habitación y, un tanto perdido, volví a acostarme, para extrañamente continuar soñando.


Esta mañana me he despertado algo mareado. Mi madre me llamó un poco pronto para mi "horario de amanecer" particular, y me dijo que me levantara, que habían venido mis hermanos con la familia. Me incorporé en la cama, y me froté la cara con las manos; todo lo que había soñado la noche anterior estaba borroso. Lo recordaba como si hubiera sido extrañamente real. Miré al escritorio, pero allí no había ningún cofre; "qué raro, coño, ¿me estaré volviendo loco?... creer en los reyes magos... cada vez estás peor, joder". Me levanté, me vestí, y cuando fui a salir de la habitación para saludar a mis hermanos apareció mi madre delante de la puerta; llevaba algo en las manos.
-Oye, ¿la cajita esta tan mona es un regalo para tus hermanos o es de alguien que te la ha regalado a ti?; porque yo no te la había visto antes...-
-¿Cajita...?-



Ahora dudas, afirmaciones, y extrañas reflexiones pululan sin control por mi cabecita perturbada. ¿Creer o no creer?, qué pregunta tan díficil. En este momento tan sólo tengo una cosa clara; ¿que si apuesto? yo sí: todo al negro.

Boom


Algo me golpeó brúscamente la cabeza, haciéndose pedazos. Volvía a estar en aquel oscuro bar mientras cuatro gitanos rumanos me urgaban ávidamente en los bolsillos. "¡Me cagon la hostia!", grité revolviéndome y pataleando en esa sucia mesa en la que gasté mis años de juventud. Agarré del brazo a uno de los rumanos como pude e intenté retenerlo sin éxito, tratando de golpearle con lo primero que tuve a mano de todo lo que había sobre la mesa. Por desgracia para mí, metí la mano directamente en lo que parecía ser un plato de cocido, y los garbanzos no resultaron tener una elevada eficacia ni siquiera como arma arrojadiza.
Los rumanos se marcharon, y yo, despojado de mis únicas y escasas posesiones valiosas, logré escabullirme del bar antes de que me hicieran pagar la cuenta de los mediovacíos vasos rotos, y los platos a mediocomer.

Caminé durante horas sin rumbo por la ciudad, en mangas de camisa en pleno invierno. El frío me congeló la sangre, y caló hasta mis huesos. Me senté en un banco cerca de un parque y esperé a que amaneciese. Entonces comencé a llorar.


-¿Por qué lloraba?
-¿Cree que si tuviera respuestas a todas las preguntas estaría aquí con usted malgastando mi tiempo y mi dinero?
-No recuerdo haberle puesto una pistola en la cabeza para hacerle venir, señor Davidopoulos. Es usted el que decide hacer uso de mis servicios como psicólogo.
-Cada vez estoy más convencido de que usted sólo trata de comerme la cabeza... (suspiré y miré al techo durante unos segundos, esperando ver algún ser sobrenatural que me indicase el camino correcto o, simplemente, me sacara de allí volando en alguna escoba parlante y soez). No sé por qué lloraba; supongo que porque estaba tirado en mitad de ninguna parte, y porque me habían robado todo lo que tenía.
-De acuerdo, está bien; por favor, continúe.

No tengo claro cuántas horas debí pasar tumbado en aquel banco. Habría apostado que fueron meses, o incluso años. Permanecí recostado allí hasta que un extraño perro verde con lunares se acercó hasta donde yo estaba, y comenzó a orinar a escasos metros de mi cara. El hedor de su orina consiguió despejarme, pero a la vez hizo menguar mis ganas de vivir. Me incorporé y comencé a acariciar al animal, que llevaba al cuello un collar en forma de moneda con un trébol de cuatro hojas grabado en plata por un lado, y al dorso, el número 37. Entonces nos miramos durante unos segundos fíjamente a los ojos, hasta que me habló.

-¿Le habló?
-Sí, me habló.
-¿Le habló un perro?
-Sí, y su voz era suave y melosa...
-Y... ¿qué le dijo?
-Es coña, me estoy quedando con usted; ¿cómo me va a hablar un perro? Por quién me toma, ¿por un loco?
-Si va a estar jugando, no podré hacer mi trabajo...
-Es usted un pringao, ¿eh?

"¡Fuera, chucho!" grité, y el animal se fue corriendo. Volví a recostarme sobre el banco, hasta que vi que el perro se alejaba con algo en la boca; era mi cartera. No sabía cómo, pero ese maldito chucho tenía mi cartera. Así que me levanté y comencé a correr detrás suya hasta que lo perdí.

-Debería apuntarse al gimnasio, está usted oxidado.

Acabé en medio de un parque, justo delante de una enorme fuente; pero esta vez no estaba solo. Apoyada sobre la fuente y mirándome fíjamente había una mujer espectacular ataviada con un vestido rojo. Me hizo señas con el dedo para que me acercase, así que lentamente fui caminando hacia donde ella se encontraba. Cuando llegué a su altura, clavó sus profundos ojos en mí, me agarró de la camina y me empujó hacia ella. Nos besamos; jamás había experimentado un beso igual. Era dulce y embriagador a la vez ; me dejé llevar por ella, por sus labios... por su cuerpo... El frío desapareció de mí, y cada vez fui sintiendo más calor. Ella dirigió mis manos hacia los tirantes de su vestido, que se deslizaron lentamente por sus hombros. Y entonces...boom.

-¿Boom?
-¿Está palote?
-No sea vulgar, por favor se lo pido. Ayúdeme a hacer mi trabajo, ¿quiere?; ¿qué significa ese boom?
-Abrí los ojos y tomé aire; me encontraba dentro de la fuente. Debí haberme caído o algo así. No había ni rastro de la chica, quizá tan sólo fue una ilusión. Allí estaba yo, en mitad de la noche y bañándome en una fuente pública. (Suspiro de fracasado)
Necesito ir al baño.
-Claro, es la tercera puerta a la izquierda.

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Caminé por aquel largo pasillo de la clínica, hasta que llegué a la puerta de los servicios. Del lavabo de chicas salió una niña pequeña, rubia, de ojos azules, y vestida completamente de un blanco inmaculado. "Pringao", murmuró. Sostuve la puerta del baño de caballeros mientras la observaba alejarse por el corredor. Negué con la cabeza y entré en la habitación con gesto de resignación... hasta las niñas olían a los fracasados... Entonces alcé la cabeza; una atractiva mujer estaba sentada en el lavabo, mientras me miraba fíjamente. Llevaba un sobrecogedor vestido rojo.